La culpa es de la estaca

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Juan Carlos Caldera, el gordito simpaticón de lo que ellos llaman la Mesa de la Unidad, una mesa donde cada uno come por su lado, donde celebran aniversarios con candidatos de cartón -nunca fue más fiel a su imagen el candidato de la mesa, como pasó en el aniversario de AD, donde a falta de Capriles, metieron en el bululú de la foto, una foto tamaño natural, silueteada en cartón, del candidato que dice ser de ellos. Mejor así: el cartón no abre la bocota, al cartón nadie le pide que piense…- Pero decía, Juan Carlos Caldera, de carne y hueso, el mismito aspirante de Primero Justicia a la alcaldía de Sucre, partido acartonado, brincó y se terminó ensartado, pero la culpa no es del sapo…

El jueves pasado vi lo que siempre supe pero a pesar de saberlo no dejó de impactarme. Los conocemos, sabemos de dónde vienen, sabemos sus maneras, pero verlo, al gordito que era capaz de sonreír en una bancada de caras fruncidas por el desprecio, ver a ese muchacho que de alguna forma mostraba un poquitico de sensatez en medio de la locura, verlo ahí, con un gesto casi malvado, amalandreado, con la arrogancia del que hace lo que le da la gana porque le da la gana… Verlo tomar unas fajas de dinero, sin titubear, sin un minutico de reflexión, de pudor que tal vez lo hubiera adecentado… Ver aquello no dejó de parecerme doloroso.

Con las manos en la masa y sin un poquitico de vergüenza, Caldera, copeyanamente, no solo no pide perdón, ni siquiera un trágame tierra, sino que se pone su careta de muchacho afectado por una conjura de malvados chavistas -porque los chavistas tenemos que ser siempre los malos- y clama a los cuatro micrófonos que ha sido víctima de la guerra sucia de este gobierno… La estaca.

Esa es la moral de ellos: el problema no es agarrar el dinero que nadie que tenga un ápice de decencia se hubiera atrevido a agarrar, sino que lo hayan filmado haciéndolo, sin que él lo supiera. El problema es que alguien se atrevió a mostrarlo sin su máscara de gordito bueno, no que el gordito usara una máscara.

Y ojalá se tratara de un caso aislado, Caldera el enmascarado solitario, pero no. El mismo partido que ayer le dio la espalda fue fundado con varias pacas de dinero, peor que las de Juan Carlos, porque entonces ese dinero no era de un rico empresario sino de un pueblo que Caldera y sus secuaces estaban matando de hambre. Ese mismo partido, gestor del golpe de abril y del sabotaje petrolero, ellos, los del cheque de PDVSA, ayer, posaban en le tele, con caras de qué pena con Juan Carlos, demostrando que ni con los suyos saben ser solidarios.

Fieles a su creencia de que la gente es idiota, pretenden dejar bien claro, eso sí, que la culpa no es del sapo que salta si no de la estaca que se empeña en estar ahí.

Por eso, entre un millón de razones, ellos, los enmascarados, no volverán.


Saque su cuenta

Señora, sí, es con usted, sí, no disimule que yo la veo cada semana llegar del PDVAL, con sus bolsas a reventar de comidita buena y, sobre todo, con sus dos pollos gordotes. Esos que el en supermercado le cuestan el doble de lo que usted pagó. Sí, mi estimada, el dos por uno pollistico de este comunismo que nos está matando… Matando la pelazón.

Le decía, mi amiga, a propósito de sus pollos, ha pensado usted en ellos, en su pechuga doradita, en la cara de sus niños cuándo le hincan el diente… Ha pensado usted cuánto le costará ese pollo si el candidato que usted apoya, sí, sí, el del autobus del progreso, el del plan de gobierno doble faz que dice una cosa para afuera y por dentro promete miseria, pero no para todos, porque debe usted saber, mi querida vecina, que el progreso, así como la miseria, no puede ser para todos. De hecho, no hay progreso sin miseria, y debe usted saber a quíen le toca cada cosa cuando el rico el quien reparte. Fijese usted cómo ellos mismos lo explican, en susurros, en oficinas cerradas, donde se prometen destruir lo que a usted le prometen, no solo conservar, sino mejorar… En su caso sus pollos… Su PDVAL…

¿Qué la «libertad» vale más que todos los pollos gordotes de mundo?

Hablemos de libertad, pues, porque esa es una cosa seria: mire usted que la libertad empieza por tener acceso, porque sin acceso a las cosas importantes, vitales, como el pollo que alimenta a sus hijos, como el CDI donde trataron los cálculos renales de su esposo, como la Sala de Rehabilitación integral donde su mamá, abuelita abnegada, recupera la movilidad de su brazo después de esa mediomatada que se dio en el centro comercial, como el colegio de sus muchachitos -Canaimita included- la pensión de su papá…

Libertad es, mi querida vecina, que usted no tenga que encadenarse un una tarjeta de crédito que a su vez se encadena a otra y a otra y a otra , para cubrir los gastos que generan el ejercicio de sus derechos, porque sepa usted, mi amiga, que la salud es un derecho, por más que algunos miserables insistan en que es un negocio; lo mismo que la educación, que su casa, el techo de sus hijos, ese que pudo tener gracias al empeño del gobierno de domar la ambición enferma y enfermante de lo que, por no delatar culpables, se ha dado por llamar «sistema financiero».

En fin, vecina mía, madre de los amiguitos de mis hijas, compañera… Sí, compañera, porque tú y yo, por mucho que te niegues a verlo, queremos más o menos las mismas cosas: que nuestros niños coman, estudien, y estén sanitos, que nosotros, sus papás y mamás podamos trabajar tranquilos, que los abuelos disfruten de su vejéz con sus hijos y sus nietos… Lo demás es bisutería, vecina, porque no todo el progreso que brilla es oro.

Saque su cuenta, mi amiga, súmele a los pollos, las consultas médicas, las terapias, los intereses hipotecarios liberados, las cuotas balón… Réstele el carro familiar, las Canaimitas, la pensión del abuelo, los viajes de vacaciones, los «gusticos» que tanto te gustan… Saque bien su cuenta, vecina, y calcule bien lo que bota a la hora de votar.

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